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No tengo presente mi primer recuerdo de infancia,
pero en los que tengo de mi niñez, siempre hay libros cerca. Cuando fui
creciendo, mi mamá nunca se preocupaba por tener un televisor nuevo (seguimos
teniendo el mismo que mi papá compró en 1998), es más, ella los odiaba. Si yo
miraba atenta a un programa, ella se preocupaba por mi cerebro e insistía en
que deje de ver para no "dañarlo", a lo que le doy razón, pues me
suele gustar el conocimiento inútil.
En casa siempre hubo una actualización de
enciclopedias y cada año mi mamá se preocupaba por tenernos libros distintos,
nuestras afinidades eran notorias y de acuerdo a ellas nos regalaba libros para
construir a partir de nuestros gustos. A mí mamá no le gustaba el internet, ni
se apuró por darnos un celular, es más, mis hermanas y yo fuimos las últimas en
nuestro grupo de amigas en tener uno. No sé cuáles son los programas que mi
generación vio, porque nunca los vi, pasábamos revisando enciclopedias, jugando
ajedrez y escuchando la radio, aquella que sigue siendo mi compañera.
Recuerdo a mi abuela decir alguna vez que mi mamá
compraba muchos libros; en otra ocasión, mi mamá contaba que a los vendedores
de libros mi abuela les decía: “aquí se necesita leche no libros”. Recuerdo
pasar horas y horas pasando páginas y viendo dinosaurios, aprendiendo de
ecosistemas, de las guerras y de las fechas en que ocurrieron.
Hubo un libro que revisé tanto que terminó
deshilachado: "El libro de los hechos insólitos", había tantas cosas
raras allí, que terminaron siendo normales para mí. Mi infancia no fue la
mejor, no sé lo que es viajar por el mundo, pero siento que conozco mucho, no
sé lo que es tener todo, pero sé lo que es padecer de todo, menos de
sueños.
Nunca fui “normal”, quienes me conocen saben que me
gustaban las cosas raras y decía cosas que capaz no iban acorde al resto de
niñas de mi edad. En la adolescencia, me quitaron algunos libros en clases de
física, pero no mis conocimientos sobre los presidentes del Ecuador; también
aprendí hacer los mejores diseños de bordados desde los libros que tenía al
alcance.
En la actualidad en mi casa no se ve televisión
desde hace 2 años, nuestro televisor del 98 falló y a ninguna le interesó
comprar otro más, pero todos los meses compramos libros, muchos, si estamos de
ánimo vemos una película en netflix, si no, cuando estamos juntas todas
queremos trasmitirle a la otra lo último que aprendimos o leímos; conversamos
de libros y emociones, de sueños y aprendizajes. Siempre tuvimos la mente
traviesa y hubo un libro cerca para tranquilizarla.
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